Cerebro y naturaleza son una excelente combinación porque el contacto con entornos naturales reduce el flujo sanguíneo en la corteza prefrontal subgenual, el área donde se estanca el mal humor, los problemas y la depresión. Además las actividades al aire libre favorecen la desconexión digital, mejoran la atención y facilitan la creatividad.
Existen estudios muy recientes que demuestran que el tiempo que pasamos en el medio natural afecta a nuestra salud global (cognitiva, emocional, social y física), pero también el tiempo que estuvimos en contacto con la naturaleza durante la infancia. Además, dichos estudios revelan que los entornos naturales pueden influir positivamente en la fisiología del estrés, tanto en la adultez como en la infancia.