Leer es algo más que otorgar significados a las palabras que se reconocen. Al leer se crean fotografías mentales con cada palabra o frase que tiene significación para el lector. Lo que todavía es más fascinante es que ha llegado a demostrarse que en la lectura intervienen todos los sentidos, activándose las correspondientes regiones cerebrales con palabras específicas que despiertan ese sentido. Por ejemplo, ante palabras como “cloaca” o “perfume”, en este preciso momento, las áreas del cerebro relacionadas con el olfato habrán entrado en actividad.
Es decir, el cerebro, en cierto modo, no distingue ficción de realidad y por lo tanto, es capaz de vivenciar lo que relata la lectura. En otras palabras, leer puede activar nuestra capacidad empática, en cuanto a la imaginación y a la conexión emocional. Esto implica que la persona que lee se expone frecuentemente a las aventuras y desventuras de los protagonistas; lo cual supone el desarrollo de una mayor capacidad para ponerse en el lugar del otro y adoptar diferentes perspectivas.
Además, en función del tipo de lectura que estamos realizando, se activan unas áreas u otras. Así, neurológicamente hablando no es lo mismo leer poesía que novela. Con la primera, por ejemplo, se estimulan también áreas que responden a la música, cosa que no ocurre con la prosa. Y tampoco es lo mismo leer textos clásicos que textos contemporáneos, ya que el uso de palabras rebuscadas o extrañas constituyen un desafío para el cerebro y disparan la actividad del mismo en estudios comparativos.
Ninguna actividad humana es tan compleja como la lectura: al leer se ponen en marcha diferentes tipos de memoria y se codifica al mismo tiempo ortografía, semántica y fonología; así, por ejemplo, no es lo mismo leer “luna” que “nula”. Las bases neuropsicológicas de la lectura causan asombro, como saltar de una letra a otra en milésimas de segundo o adivinar el final de una frase cuando los ojos aún están leyendo el principio. El cerebro no se detiene letra por letra, sino que escanea el texto leyendo conjuntos de letras; siendo capaz además de predecir y de rellenar el texto con propia inventiva. Así es posible leer un texto a pesar de que esté mal escrito: el cerebro lo procesa de tal modo que lo hace entendible. Aquí un ejemplo:
“Según un etsduio de una uivennrsdiad ignlsea no ipmotra el odren en el que las ltears etsen ersciats, la uicna csoa ipormnte es que la pmrirea y la utlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. Etso es pquore no lemeos cada ltera en si msima, pero si la paalbra cmoo un todo. ¿No te parcee aglo icrneible?”
La lectura está tan presente en la vida que una vez que se aprende a leer no es posible no hacerlo al tener delante las palabras, palabras con las que pensar, sentir, trascender y relacionarse.
En esta guía se pondrá de manifiesto que la lectura estimula la actividad cerebral, fortalece las conexiones neuronales y aumenta la reserva cognitiva del cerebro. Para ello, se presentarán estrategias dirigidas a promover el acto de leer y además se trabajará desde la creatividad y la emoción como motores que ponen en marcha el cerebro.
Como conclusión de esta parte introductoria se añade una reflexión desde la Sociedad Española de Neurología (SEN).